La Universidad Jardín, de la Universidad del Quindío, trabaja de manera incansable, por proteger, conservar y propagar especies vegetales tanto en la institución como en la región. Además, con el apoyo del Sistema de Gestión Ambiental, en el invernadero se propagan palmas de cera, cedros rosados, cartagueños, vainillos y otobos, con el fin de aportar a la mitigación de la crisis climática que hoy vivimos en todo el mundo.
Guardianes
En un mundo donde el verde se desvanece gradualmente ante la expansión urbana y la tala indiscriminada, los árboles nacen como guardianes silenciosos y poderosos de nuestro planeta. Son pilares de vida en un ecosistema interconectado, y su importancia trasciende la mera estética.
Desde tiempos inmemoriales, los árboles han sido testigos del devenir de la humanidad, proporcionando refugio, alimento, y compañía. Son las torres que sostienen el techo del hogar terrestre: regulan el clima, purifican el aire que respiramos y nutren el suelo que pisamos. Sus raíces entrelazadas como un tejido invisible sostienen la tierra misma, previniendo la erosión y las avalanchas de lodo.
En los bosques ancestrales, los árboles son bibliotecas vivientes, con historias escritas en sus anillos y secretos susurrados en el viento. Son hogar de una infinidad de criaturas, desde el más diminuto insecto hasta el ave más imponente. Cada hoja, cada rama, es un eslabón en la cadena de la vida.
344 especies
Según investigaciones de Victoria González y José David Quiñones, estudiantes de Licenciatura en Biología de nuestra alma mater, actualmente la Uniquindío tiene 344 especies arbóreas distribuidas en todo el campus universitario, incluyendo al relicto boscoso del sendero Cedro Rosado.
En este momento, la importancia de los árboles es más crucial que nunca. Enfrentamos desafíos globales como la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, y los árboles son una parte vital de la solución. La reforestación y la conservación de los bosques no sólo protegen nuestra salud y bienestar, sino que también son esperanza para las generaciones venideras. Así pues, cada árbol es un voto de confianza en el poder de la naturaleza para sanar y renovarse en un territorio donde la conexión con los seres vivos debe ser lo más importante.
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