Apreciados lectores, pocas veces escribo con la intención de alzar mi voz en espacios como este, pero la gravedad de la situación que enfrentamos en Armenia me obliga a hacerlo. Respeto profundamente a nuestros empresarios, en especial a quienes prestan servicios de transporte, pero lo que está ocurriendo con los constantes incrementos en las tarifas es simplemente injustificable. Y más preocupante aún es el silencio de quienes fueron elegidos para representarnos.
¿Dónde están el alcalde, los diputados, los concejales y demás representantes públicos? Es evidente que las dificultades económicas que afectan a nuestra región no pueden soportar más cargas, y sin embargo, parece que los mandatarios han optado por dar la espalda a la ciudadanía. Mientras las tarifas suben sin un criterio claro ni transparente, la comunidad queda desamparada, enfrentando no solo la falta de respuestas, sino también una desconexión alarmante entre los gobernantes y las necesidades reales del pueblo.
El transporte público debería ser un servicio accesible y equitativo, pero hoy en día se ha convertido en un lujo que muchos no pueden pagar. Basta con comparar las tarifas de Armenia con las de otras ciudades y regiones del país, donde las distancias recorridas son hasta tres veces mayores y los aumentos apenas alcanzan los $200 pesos. ¿Cómo es posible que en una ciudad pequeña como la nuestra enfrentemos incrementos tan desproporcionados?
Peor aún, las proyecciones para el próximo 2 de enero de 2025 anticipan un panorama desalentador, con tarifas aún más altas y sin ningún tipo de consideración por parte de las autoridades. Esto no es solo una cuestión de números; es un ataque directo a la calidad de vida de los ciudadanos, especialmente de aquellos que ya viven en condiciones precarias.
Desde mi perspectiva como comunicador, considero que los medios tenemos una responsabilidad social ineludible. No podemos permanecer callados frente a la indiferencia de las autoridades locales. Es nuestra obligación alzar la voz por la comunidad, exigir explicaciones y, sobre todo, demandar acciones que garanticen justicia social y equidad.
A quienes ostentan cargos públicos, les recuerdo que fueron elegidos para servir, no para esconderse. Armenia necesita líderes que asuman la responsabilidad de escuchar a su gente, de defender sus derechos y de actuar en consecuencia. Basta de decisiones arbitrarias y de justificaciones que no resuelven nada.
Este llamado no es solo para los mandatarios; es también para todos nosotros como ciudadanos. No podemos seguir aceptando este tipo de atropellos. Es momento de unirnos, exigir explicaciones y, sobre todo, soluciones. Nuestra comunidad merece algo mejor. Merecemos una administración que priorice a las personas por encima de los intereses particulares o económicos.
Finalmente, invito a mis colegas y a todos los que lean estas palabras a reflexionar sobre nuestro rol en esta coyuntura. Armenia necesita voces fuertes y comprometidas que exijan el cambio. Solo así podremos construir una ciudad más justa y equitativa para todos.
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